miércoles, 31 de agosto de 2011

LOS INFECTADOS_CAPITULO 2

-Otra tienda vacía.-
 Lleno de rabia, agarré un palo de una fregona tirado en el suelo y golpeé fuerte en una cristalera que había dentro de la pequeña tienda.

Si ese militar no se hubiera encaprichado con ella ahora mismo podríamos seguir viviendo con un poco más de tranquilidad y sin tener que pasar calamidades como estábamos pasando últimamente. Pensé para mis adentros mientras me quedaba mirando el destrozo que había causado.

-¿estas bien?-

-si…solamente que las jodidas exploraciones están dejando toda la zona seca de alimentos- golpeé una caja de cartón que había en el suelo y la mandé lejos de nosotros.

-quizás si buscamos en algún piso de los de esta zona, puede que encontremos algo. No creo que las exploraciones se encarguen de los pisos. Sabes que los consideran perdida de tiempo. Además que parecen altos, no como los de Getafe- acabó María José mientras miraba un piso de 6 plantas.

-te olvidas de los lugareños de la zona. No sabemos si hay gente encerrada o si los que hay son infectados.- respondí.

-¿prefieres comer desperdicios o incluso nada? Tu mismo, pero yo tengo hambre y no creo que por un piso que exploremos nos compliquemos mucho la vida. Además, creo yo que hemos salido del radio de exploración ya.-

 -No se yo…bueno, vamos, pero como pase algo verás.-

Dicho esto, cogí el palo de fregona encontrado
-puede servir de lanza ¿no?-

María José afirmó con la cabeza mientras cogía la mochila y se acercaba al piso.

Suspirando brevemente, sabía que meterme en aquel piso nos podría  traer complicaciones, pero no había mas remedio. Teníamos que recoger provisiones para proseguir el camino.

Hacía dos semanas casi que habíamos dejado la zona segura de Getafe, la cual estábamos viviendo.
Vivir en Getafe nos dio alegrías cuando la infección empezó a crecer.
La base aérea militar, así como los cuarteles militares, sirvieron para crear una zona segura la cual englobó a miles de personas, no solo de Getafe, sino de ciudades de alrededor, como parte de Leganés, Parla, etc...
Nosotros, pese a que no toda la población fue alojada en ella, tuvimos suerte y fuimos de los primeros por vivir cerca.
 Como todos los que estábamos allí, a María José y a mí se nos había asignado un trabajo el cual no se remuneraba, pero a cambio, se ofrecía alimento, alojamiento y sobretodo, seguridad antes los infectados, que poco a poco se estaban haciendo con el mundo.
A ella se le asigno un puesto en un punto administrativo en el que se regulaba todos los documentos identificativos, así como medicamentos, alimentos suministrados, etc... de las personas en la zona segura. Sin lugar a dudas era un digno puesto en comparación con el que les había tocado a otras personas: limpieza de aseos comunes, cocinas, talleres,… y lo que se consideraba como uno de los peores puestos, exploración.
Exploración trataba de grupos de personas, las cuales eran dirigidas por militares (generalmente con bastante mala educación y  mal genio) que eran llevados a zonas donde se creía que había menos movimiento de infectados para ir recolectando alimentos que aún había.
Parece fácil esa tarea, pero cuando se les pasa un informe de estadísticas y balances  a los altos cargos que dirigen la zona segura, y se observa el déficit de espacio, gastos de cuidados, etc.… se asigna al siguiente grupo, se les saca a explorar y simplemente, no  vuelven. Los militares cuando vuelven de esas exploraciones, alegan en el informe que no se pudo hacer nada, que se les echaron encima,.. y te hace pensar quienes serán las próximas bajas en la zona.

Es lo bueno de tener a María José en ese punto administrativo…algunas veces, se entera de cosas que si supieran que lo sabía, sería una de las siguientes “exploradoras”
En cuanto a mí, por mi pasado laboral antes de la infección, se me adjudicó un puesto de revisor en los almacenes de alimentación que abastecían la zona segura. No me puedo quejar. Tenía mucho control sobre lo recolectado en las exploraciones y sin quererlo, pronto empecé a coquetear con los bajos fondos que se movían por la zona segura.

Ciertas mercancías, como tabaco, wiskhys, bebidas alcohólicas, etc.… desaparecían y a efectos de albaranes de entrada de alimentos, no aparecían. El puesto de revisor de entradas requería una seriedad, atención y  el soborno en ese puesto  estaba a la orden del día, y como no, yo al final caí. Sabía que si no “dejaba” que pasasen esas cosas, acabaría un día en una bolsa de basura muerto.
Hasta cierto punto  yo mismo pude beneficiarme de esas cosas, quedándome con alimentos que a María José le gustaban. Creo que en cierto modo, los demás revisores también lo hacían, pero ninguno lo comunicaba. Eso si, que no te pillasen, ya que todo esto estaba castigado severamente.
Creo que María José y yo teníamos suerte en la zona segura, hasta que un día todo empezó a torcerse para los dos.

Todo empezó en la celebración del aniversario de la zona segura. Ese día se montó una fiesta en las carpas centrales ubicadas en esta.
María José estaba muy emocionada por bailar esa noche. Yo, accedí porque sabía que ese día para ella era muy importante, pese a no gustarme los bailes.
Se puso un vestido rojo que adquirió a una chica que también estaba en la zona donde teníamos nuestras habitaciones.
Radiante con él, fue la estrella de la noche. Decenas de miradas se centraban en ella.
Bailamos hasta que decidimos darnos un pequeño descanso. Fue cuando fui a por un refresco para mí y para ella.

Cuando volví con ellos, un escalofrío me recorrió por el cuerpo.

Junto a ella, Ivi Lopez, un sargento recién ascendido, y no por sus logros, junto a otro militar joven, intentaban acercarse a María José, la cual intentaba quitárselos del medio. Estaban borrachos
Me acerqué a ellos para sacar a María José de ahí, pero uno de los militares me apartó mientras escuchaba una última frase del sargento hacia María José.

-es que no sé como puedes estar con ese tonto. Creo que lo que tu necesitas es que te metan un bu…- el tortazo de María José fue instantáneo y seguro que doloroso

Rápidamente, empujé al militar cayendo este encima de Ivi Lopez. La cogí de la muñeca y la saqué de la carpa. Una última mirada hacia Ivi Lopez, lleno de rabia y a la vez vergüenza por el tortazo recibido delante de la gente, que esto no acabaría ahí. Estábamos condenados

-Joder…era ese maldito del Lopez, ese Lopez, joder-

-y que quieres que haga, ¿dejarme hacer lo que quisiera él? Perdona pero ni aunque fuera un modelo famoso me dejaría hacer nada-María José tenía un carácter fuerte y no se dejaba pisar por nadie.

-Espero que no se quiera vengar o algo parecido- hablé bajito mientras volvíamos a nuestra zona de habitaciones

Demasiado tarde. En la primera esquina que cruzamos de las casetas que actuaban de oficinas, economatos, talleres, apareció Ivi Lopez y detrás de nosotros, el  otro amigo suyo

-vamos a ver como se porta ahora el tontito. ¿Sabes? Creo que te tengo manía desde que me día cuenta la novia que tenías. Pero tranquilito que se te van a quitar las ganas de tenerla hoy mismo-

De pronto, sacando una pequeña porra, la cual llevaban los militares dentro de la zona segura por si había algún altercado, se acercó mientras el otro militar se acercaba por detrás de nosotros e intentaba agarrar a María José.
No sé como ocurrió todo. Fue cuestión de segundos. Parecía una pesadilla. Como si de una película de acción se tratase, María José sacó de su pequeño bolso un cortaúñas punzante, el cual clavó en el cuello del militar. Ivi Lopez, viendo esto, se quedó durante un instante parado, hecho que aproveché para embestirle como si fuera un jugador de rugby, con tan mala suerte (o buena en ese momento para nosotros) que cayó al suelo y se golpeó la cabeza con el escalón de hormigón de la puerta de un taller.

 Estaba muerto y su compañero también. Estábamos condenados.

Rápidamente, María José y yo dejamos los cuerpos en una zona de concentración de basuras cerca del taller  y rápidamente, nos fuimos a la habitación donde recogimos algunas cosas y nos cambiamos. Sabíamos que tarde o temprano se darían cuenta de lo ocurrido y ya en la carpa se había visto nuestro enfrentamiento con ellos, por lo que seríamos los primeros acusados. Además, que la zona segura tenía oídos y ojos por todas partes, por lo que debíamos dejar la zona segura de Getafe lo más pronto posible.
Aún no me lo creía. En cuestión de segundos, nos habíamos cargado a dos militares. No pudimos dormir esa noche. María José, llorando mientras que yo, abrazándola fuertemente a mi pecho, pensaba la mejor manera de salir y así, entre unas ideas y otras, decidimos que la mejor idea sería por la basura.

Sobornando a un conocido que ejercía de revisor de control de salidas de basuras, pudimos salir María José y yo en el segundo camión de la mañana, en cuanto el sol apareció y se dio vía libre para que salieran los camiones de basura.

A partir de ese momento, sabíamos que sobrevivir, no sería fácil.

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